El día 20 marzo fue el 1º Día Internacional de la FELICIDAD, fecha escogida por Naciones Unidas, tras la celebración el año anterior de una cumbre sobre el tema y donde se adoptó recientemente una resolución llamando a dar más prioridad en los planes políticos y económicos a la felicidad y el bienestar.
Para rendirle nuestro propio homenaje y darle la importancia que se merece, he decido dedicarle esta entrada en nuestro blog.
Comenzaré diciendo que a primera vista parecería paradójico que estando en un momento histórico donde poseemos un índice de esperanza de vida de 69,64 años como media mundial, (teniendo en cuenta las diferencias entre las distintas zonas del planeta), la más alta a lo largo de los siglos; donde la tecnología dispone de los recursos más avanzados, la investigación ha alcanzado los mayores logros en todos los sectores de la vida y los avances en salud han progresado de manera vertiginosa, etc. Es decir, a nivel general podría parecer una situación proclive a ser enormemente felices, pero como dijo Bertrand Russell “el ser humano debería ser feliz, si bien la gran mayoría no lo es” al considerar que disponía de los recursos básicos: salud y alimentación para serlo; existe un porcentaje altísimo de gente infeliz. Y claro pensareis que es lógico con la situación económica que vivimos, pero para que os hagáis una idea de acuerdo con la OMS, los trastornos depresivos ocuparon el tercer lugar en la causa de carga global de enfermedad en 2004 y llegarán al primer lugar en 2030. Además en el año 2006 el 47% de la población española trabajadora padecía estrés (CIS) y en el 2007 la tercera parte de la población estadounidense lo sufría (APA).
Pero planteémonos: ¿Qué es la felicidad? Lo que es cierto es que es un concepto difícil de definir, y en general parece estar vinculada a que según la interpretación que el individuo haga de esta, seremos más o menos felices. Eduardo Punset habla de “La felicidad es un estado emocional activado por el sistema límbico en el que, al contrario de lo que cree mucha gente, el cerebro consciente tiene poco que decir” lo que nos puede llevar a plantearnos que es una cuestión interna. Mientras que Martin Seligman la plantea como “La verdadera felicidad, deriva de la identificación y el cultivo de las fortalezas más importantes de la persona y de su uso cotidiano en el trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos” (2003, “Authentic happiness”).
En 2012 se realizó un informe sobre la felicidad mundial,” Word Happines Report” elaborado para la ONU por la Universidad de Columbia. Esta investigación mide la felicidad basándose en ciertas variables sociales, cercanas a los cinco elementos claves que propone en su definición de felicidad el padre de la psicología positiva M. Seligman. Se tuvieron en cuenta aspectos como las emociones positivas, los ingresos económicos, estabilidad laboral, la salud mental, la salud física o la confianza en la comunidad (libertad de expresión, igualdad social, confianza en las instituciones, participación social y política, etc.). Los resultados obtenidos, nos muestra una concepción de la felicidad diferente a la que cabía esperar, situándose en las posiciones más elevadas aquellos países que protegen y cuidan en sus políticas estos elementos, encontrándose en los primeros lugares países como Dinamarca, Finlandia, Noruega, seguidos de Australia o Canadá. A diferencia de grandes potencias económicas como Alemania, Japón o Rusia, aparecen en posiciones muy por debajo, es decir, que nos deja claro que el dinero no lo es todo, no da la felicidad.
Entonces tras todo lo dicho ¿se está feliz o se es feliz? Pues desde nuestra modestia opinión deberíamos tratar de ser felices, apoyándonos en la idea de valorarlo como algo más duradero y prolongado, como un estado de bienestar; y no como pequeños momentos esporádicos y fugaces, que llevan a esa búsqueda constante y anhelada felicidad.
Realmente nadie puede dar recetas mágicas, pero sí se puede cultivar ese estado de bienestar y satisfacción personal, que nos haga felices. Nosotros os proponemos:
Para rendirle nuestro propio homenaje y darle la importancia que se merece, he decido dedicarle esta entrada en nuestro blog.
Comenzaré diciendo que a primera vista parecería paradójico que estando en un momento histórico donde poseemos un índice de esperanza de vida de 69,64 años como media mundial, (teniendo en cuenta las diferencias entre las distintas zonas del planeta), la más alta a lo largo de los siglos; donde la tecnología dispone de los recursos más avanzados, la investigación ha alcanzado los mayores logros en todos los sectores de la vida y los avances en salud han progresado de manera vertiginosa, etc. Es decir, a nivel general podría parecer una situación proclive a ser enormemente felices, pero como dijo Bertrand Russell “el ser humano debería ser feliz, si bien la gran mayoría no lo es” al considerar que disponía de los recursos básicos: salud y alimentación para serlo; existe un porcentaje altísimo de gente infeliz. Y claro pensareis que es lógico con la situación económica que vivimos, pero para que os hagáis una idea de acuerdo con la OMS, los trastornos depresivos ocuparon el tercer lugar en la causa de carga global de enfermedad en 2004 y llegarán al primer lugar en 2030. Además en el año 2006 el 47% de la población española trabajadora padecía estrés (CIS) y en el 2007 la tercera parte de la población estadounidense lo sufría (APA).
Pero planteémonos: ¿Qué es la felicidad? Lo que es cierto es que es un concepto difícil de definir, y en general parece estar vinculada a que según la interpretación que el individuo haga de esta, seremos más o menos felices. Eduardo Punset habla de “La felicidad es un estado emocional activado por el sistema límbico en el que, al contrario de lo que cree mucha gente, el cerebro consciente tiene poco que decir” lo que nos puede llevar a plantearnos que es una cuestión interna. Mientras que Martin Seligman la plantea como “La verdadera felicidad, deriva de la identificación y el cultivo de las fortalezas más importantes de la persona y de su uso cotidiano en el trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos” (2003, “Authentic happiness”).
En 2012 se realizó un informe sobre la felicidad mundial,” Word Happines Report” elaborado para la ONU por la Universidad de Columbia. Esta investigación mide la felicidad basándose en ciertas variables sociales, cercanas a los cinco elementos claves que propone en su definición de felicidad el padre de la psicología positiva M. Seligman. Se tuvieron en cuenta aspectos como las emociones positivas, los ingresos económicos, estabilidad laboral, la salud mental, la salud física o la confianza en la comunidad (libertad de expresión, igualdad social, confianza en las instituciones, participación social y política, etc.). Los resultados obtenidos, nos muestra una concepción de la felicidad diferente a la que cabía esperar, situándose en las posiciones más elevadas aquellos países que protegen y cuidan en sus políticas estos elementos, encontrándose en los primeros lugares países como Dinamarca, Finlandia, Noruega, seguidos de Australia o Canadá. A diferencia de grandes potencias económicas como Alemania, Japón o Rusia, aparecen en posiciones muy por debajo, es decir, que nos deja claro que el dinero no lo es todo, no da la felicidad.
Entonces tras todo lo dicho ¿se está feliz o se es feliz? Pues desde nuestra modestia opinión deberíamos tratar de ser felices, apoyándonos en la idea de valorarlo como algo más duradero y prolongado, como un estado de bienestar; y no como pequeños momentos esporádicos y fugaces, que llevan a esa búsqueda constante y anhelada felicidad.
Realmente nadie puede dar recetas mágicas, pero sí se puede cultivar ese estado de bienestar y satisfacción personal, que nos haga felices. Nosotros os proponemos:
- Vive el HOY: Disfruta de lo que tienes/vives cada día, porque el presente es lo real. No vivas añorando un pasado que se fue y ansiando un futuro que tendrá que venir, sin saber que nos deparará.
- Plantéate propósitos: Es crucial saber hacia dónde vamos y qué hacemos, o lo que es lo mismo, qué aportamos y cómo nos sentimos con esto. Fijar cual es nuestra “misión en nuestra vida”. Hazte esta pregunta “¿Para qué me levanto cada mañana?”
- Sé tú mismo: No es cuestión de transformarse en la persona que nunca has sido, sino de aceptarnos tal y como somos. Detecta tus fortalezas y explótalas en beneficio de tu bienestar.
- Crece personalmente: Alguien me dijo un día “Cada mañana me digo cuando me levanto: tu objetivo del día es aprender algo nuevo y atreverte hacer algo que no hayas hecho nunca”. Evoluciona, introduce pequeños cambios en tu vida, apórtate experiencias que te hagan crecer, aprende constantemente, etc. Las metas se consiguen con la acción.
- Fomenta las relaciones: Estar en un grupo, pertenecer a una asociación, tener amigos, aumentar los conocidos, nos hace sentir bien y además fomenta nuestro equilibrio psicológico y emocional.
- Ten el control de tu vida: Fomenta aquello que te haga sentir bien (deporte, bailar, hobbies, expresa emociones, relaciones personales,…), potencia las competencias en las que eres bueno/a, valora tus habilidades, etc., No te dejes hundir ante el menor contratiempo, analízalo y utilízalo como aprendizaje en el futuro. Creando un estado de equilibrio entre lo negativo que pueda tener tu vida y lo que te satisface y agrada, asumiendo las dos opciones como parte de tu vida.
Esta comprobado que siendo feliz uno trabaja y rinde mejor en cualquier actividad que se proponga, nos aporta salud, equilibrio psicológico, provoca contagio en los demás, cohesión social,…El ser feliz es responsabilidad de uno mismo, no depende de lo que hagan los demás para lograrlo, y que para cada persona la felicidad se representa de una manera distinta. Por ello debemos empezar a ser felices, con el objetivo de cada día ser un poco más. Sin importarnos el tiempo que nos lleve. Porque realmente la felicidad es levantarse cada mañana, sabiendo que queda todo un día para alcanzar lo que se quiere. “Casi todas las personas son tan felices como deciden serlo” (Abraham Lincoln)