viernes, 23 de noviembre de 2012
La importancia de la flexibilidad
Hoy en nuestro blog vamos a hablar de un aspecto muy de moda en el ámbito laboral y directamente relacionado con nuestra capacidad de encontrar o mantener hoy en día un empleo: La flexibilidad.
Es posible que al leer esta palabra la primera imagen que nos asalte sea la de un contorsionista de circo o una persona que es capaz de meterse en una maleta. Y cuántas veces, al ver cómo son capaces de doblarse, encogerse o estirarse hemos dicho: “yo sería incapaz de hacer eso”?
Pues no solo es posible, sino necesario. En épocas como la que nos está tocando vivir, con cambios importantes en cuanto a valores, requisitos o necesidades laborales, las personas que sobreviven son precisamente las que son FLEXIBLES. Es un hecho que cuando se producen cambios en el entorno en el que nos tenemos que desenvolver todos los días, no sobrevive ni el más fuerte ni el más inteligente, sino el que tiene más capacidad de adaptación al cambio. Tenemos que saber sobrevivir a las variaciones del entorno, tenemos que adaptarnos al él, tenemos, en definitiva, que CAMBIAR. Lo que nos ha hecho triunfar en el pasado no son las mismas cosas que nos harán triunfar en el futuro. Y por eso no podemos permanecer pasivos ante lo que estamos observando a nuestro alrededor, porque inevitablemente nosotros tendremos que cambiar también si queremos que las cosas nos funcionen.
Y cuando hablamos de cambiar, podemos hablar de conductas (cambiar las cosas que hacemos) pero también de forma de pensar (cambiar la óptica, mi visión de las cosas, cambiar de perspectiva).
Generalmente todas las personas tenemos dificultades para cambiar (en cualquier aspecto de nuestra vida) porque el cambio nos da miedo, porque no lo consideramos necesario o simplemente porque pensamos que no podemos hacerlo nosotros solos. Pero para cambiar algo, el elemento fundamental es la ilusión.
Las personas no cambian porque se les obligue. Las personas cambian si quieren, si les apetece, si se ilusionan. Los psicólogos han demostrado que hay una serie de factores que actúan como “multiplicadores” del cambio, que si no están presentes en nosotros, ese cambio no se produce. Y es que necesitamos tener una necesidad urgente, algo que nos obligue a no dejarlo para mañana. Y necesitamos también traducir ese cambio en conductas concretas: “voy a hacer esto” y obtener información de los resultados, saber si lo estoy haciendo bien. También es importante la presión del grupo, tener una situación facilitadora, y algún que otro factor más. Pero lo fundamental, sin lo que prácticamente es imposible cambiar, es la ilusión. Una persona que limpia un quirófano puede sentir que cada mañana va a salvar un montón de vidas (pues de todos es sabido el porcentaje de infecciones que se cogen en los quirófanos), o simplemente levantarse pensando que va a limpiar una habitación llena de sangre, gasas, etc. La primera opción lo cambia todo.
Muchos de nosotros nos quejamos de lo que vemos alrededor porque no nos gusta, y culpabilizamos a otros de lo que está pasando. Pero no podemos pretender cambiar las cosas si no empezamos por cambiarnos a nosotros mismos. Empecemos el cambio por nosotros mismos, seamos flexibles, no queramos seguir haciendo las mismas cosas que hemos venido haciendo hasta ahora (y encima vemos que no nos han dado resultado). Y hagámoslo con ilusión, con ganas, convencidos de que conseguiremos nuestro objetivo.
Si estás buscando trabajo y no lo encuentras, plantéate estas preguntas: ¿Puedo hacer algo DISTINTO a lo que estoy haciendo? ¿Puedo hacer lo mismo pero DE OTRA MANERA? ¿QUIERO REALMENTE hacerlo? ¿DE VERDAD no puedo meterme dentro de una maleta? ¿Y si LO INTENTO?
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